domingo, 29 de mayo de 2011

Dime cómo comes…

A las apuradas y lo que haya. Esa suele ser la norma en este mundo acelerado en el que estamos viviendo. Es cierto que el mundo que nos rodea es cada vez más demandante y que necesitamos dedicarle muchas horas del día al estudio, al trabajo, a la casa, a la familia, a las amistades y a lo que sea una necesidad o a lo que sea un placer en nuestra vida diaria. Pero, ¿qué hay del tiempo que dedicamos a planear, preparar y disfrutar de lo que nos da la energía para hacer esa vida diaria? Dedicar unos minutos del fin de semana a planear qué se cocinará durante la semana nos ahorra tiempo durante esa semana y aumenta la posibilidad de que comamos algo realmente nutritivo y provechoso en vez de “lo que sea que se pueda hacer con lo que haya en la cocina”. Una vez planeado lo que se consumirá en la semana, manos a la obra. Es cierto que cocinar lleva su tiempo, pero no es necesario pasarse la vida en la cocina para crear menús saludables y deleitables. Es cuestión de creatividad para los más experimentados y de investigación, pruebas, errores y éxitos para aquellos amateurs. Ya tenemos el plato en la meza y el delicioso aroma de la comida nos hace agua la boca… ¿qué hacemos? ¿La engullimos a lo Garfield? Tomarse el tiempo para disfrutar de la comida, masticando cada bocado unas 30 veces y saboreándolo, no solo es provechoso para el cuerpo (el estómago agradece el trabajo de los dientes y nos lo demuestra haciendo su trabajo en silencio y sin dolor), sino es provechoso para la mente y los ánimos. Comer es un placer. Debemos recuperar ese momento del día en el que nutrimos al cuerpo y relajamos la mente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario