domingo, 29 de enero de 2012

Crunch, crunch, crunch…


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La masticación. Una de las etapas del proceso de digestión a la que menos atención se suele dar por el simple hecho de que la mayoría somos más de tragar que de masticar. Pero es una etapa muy importante a la que se debería dedicar más tiempo y esfuerzo. Veamos por qué. El estómago tiene básicamente la función de licuar los alimentos que consumimos para que luego, al pasar al intestino, se pueda absorber los nutrientes contenidos en los mismos. La masticación ayuda a que ese proceso no sea tan pesado para el estómago haciendo que la comida que llega al mismo sea más fácil de licuar. Un plus es que cuanto más masticamos, más saliva producimos. Esto mantiene la boca lubricada, con suficiente lisozimas (antibiótico natural que protege nuestra boca) además de ayudar al arrastre de bacterias (y demás agentes no destruidos por la lisozima) hacia el estómago donde la acidez del jugo gástrico los destruye. Además, si masticamos correctamente, no necesitaremos de bebidas para poder tragar el alimento. Así que es bueno poner a trabajar los labios, la mandíbula, los dientes y la lengua en coordinación para masticar. En la imagen que se ve arriba podemos apreciar los diferentes tipos de dientes: incisivos (8 dientes), caninos (4 dientes), premolares (8 dientes) y molares (12 dientes). Cada uno de ellos cumple una función específica en la masticación. Los incisivos son los dientes anteriores con borde afilado cuya función es cortar los alimentos. Los caninos, con forma de cúspide puntiaguda y situados a los lados de los incisivos, tienen la función de desgarrar los alimentos. Los premolares, con dos cúspides puntiagudas, facilitan la trituración de los alimentos. Finalmente los molares, aunque tienen diferente forma que los premolares (cúspide ancha), cumplen la misma función. Las mandíbulas, además de tener la capacidad de cerrarse con fuerza, realizan movimientos laterales que ayudan a moler cada vez más finamente el alimento. Los músculos de las mejillas, de los labios y sobre todo de la lengua llevan continuamente los trozos más grandes de los alimentos hacia los molares, recogiendo al mismo tiempo saliva para humedecer el alimento triturado hasta formar una pequeña masa pastosa (bolo alimenticio) que se pueda tragar más fácilmente. Sí, todo eso ocurre sin que tengamos que pensar mucho en ello. Increíble, ¿verdad? Nuestro cuerpo hace mucho por nosotros. Es necesario cuidarlo y mimarlo. En este caso estaríamos haciéndolo mediante masticar adecuadamente. Claro que ese “adecuadamente” depende del tamaño del bocado que metimos en nuestra boca, de la dureza del mismo, de su porcentaje acuoso, etc. Sabemos que hemos masticado suficiente cuando se ha formado una masa pastosa. La recomendación general es masticar unas 30 veces cada bocado. Si, suena tedioso y las primeras veces será un tedio… pero bien vale la pena. Una buena forma de que no sea tan tedioso el masticar es metiendo en la boca bocados pequeños de tal manera que no necesitemos masticar tantas veces el mismo bocado y terminemos aburriéndonos. Y, ¿por qué no? Recordar que gran parte del placer de comer es saborear los alimentos, lo cual hacemos cuando el alimento está en la boca y estamos masticándolo.

domingo, 22 de enero de 2012

OH


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Alcohol. Se investigan sus beneficios a la par que se advierten de sus riesgos. En cantidades moderadas resulta saludable, pero en las cantidades generalmente consumidas por la mayoría de las personas resulta perjudicial. La humanidad elabora vino y cerveza desde tiempos muy antiguos y disfruta de ambas bebidas desde aquellos días. Aun cuando originalmente se hayan creado con fines medicinales en la Edad Media (cuando se extendió la técnica de destilación), las bebidas de alta graduación alcohólica también se disfrutan hasta el día de hoy. Pero no es solamente como bebida que se utiliza el alcohol en la alimentación. Hay muchos platos deliciosos en los que uno de los ingredientes es alguna bebida etílica (aunque en la mayoría de los casos no queda mucho del mismo en el plato terminado). Simplemente sirve para favorecer la extracción de compuestos aromáticos de los alimentos (en otras palabras, potenciar los aromas de los alimentos) aprovechando que el alcohol es un compuesto volátil y propenso a reaccionar con otras moléculas. Ahora bien, a la hora de consumirlo como bebida, ¿cuánta cantidad de alcohol es considerado saludable? En el mundo científico todavía no está claro cuál es el nivel de consumo adecuado para cada persona. Sin embargo, las recomendaciones actuales del Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo establecen un límite máximo de catorce bebidas alcohólicas por semana en hombres y siete en mujeres. En este caso, se entiende por “una bebida” a la que aporta entre 15 y 20g de alcohol puro: una lata de cerveza, una copa de 150mL de vino o un combinado con 40mL de una bebida de alta graduación. Lamento informarles, mis queridas, que la diferencia entre sexos se debe a que, en general, los hombres metabolizan el alcohol con más eficacia que las mujeres y al hecho de que los hombres suelen tener un mayor volumen de sangre en el que diluir el alcohol. Los riesgos de un consumo mayor al recomendado son bastante conocidos: daños en el hígado, en el corazón y las arterias, aumento de la presión arterial, daños en el páncreas, aumento del riesgo de sufrir cáncer, daños en el sistema nervioso… ¿Por qué causa daño a tantos órganos? El alcohol tiene la propiedad de ser soluble en agua y en grasas al mismo tiempo. Es gracias a esta propiedad que puede estar disuelto en agua en bebidas como el vino y, una vez tomado, ir en busca de las membranas celulares (que están formadas mayormente por grasas). Es por esta propiedad de ser soluble en grasas, poder interferir con las membranas y acceder al interior de las células que su acción no se limita a unos pocos órganos como ocurre con otras sustancias sino que tiene efectos extensos en el organismo. ¿Beneficios del consumo moderado? Más de cien estudios en los que se mide la cantidad de alcohol consumido por distintas personas y se analiza cómo evoluciona su salud en los años siguientes han detectado que el consumo moderado de alcohol reduce significativamente el riesgo de sufrir infartos, embolias, enfermedad vascular periférica y muerte por cualquier causa cardiovascular. Es bueno para el colesterol porque eleva el nivel del colesterol bueno, es bueno por su efecto anticoagulante y es bueno para regular el nivel de azúcar en la sangre porque mejora la sensibilidad a la insulina. Pese a los beneficios del consumo moderado del alcohol y ante lo fácil que resulta excederse en su consumo (y así anular todo beneficio del mismo), las recomendaciones se pueden resumir en: si uno no bebe, seguir sin beber; si bebe una o dos bebidas alcohólicas por día (dependiendo de si uno es hombre o mujer), puede seguir así; y si bebe más de eso, procurar beber menos.

domingo, 15 de enero de 2012

Fragaria


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Su nombre deriva de la fragancia que posee (“fraga” en latín). Esta planta es cultivada por su fruto comestible denominado frutilla (fresa, fresón, amarrubia, madroncillo o mayueta), del cual hablaremos el día de hoy. Las frutillas crecen de un modo silvestre en los bosques y es por eso que muchos las engloban dentro del grupo de los "frutos el bosque" junto con las grosellas, frambuesas, moras, arándanos y otras bayas. Claro está que hoy en día hay plantaciones de frutillas y quienes han tenido el placer de comer estos frutos saben que es un regalo para el paladar. Con su delicado aroma, su intenso sabor y su firme textura, nos hace agua la boca a más de uno. Es un excelente broche de oro para un buen almuerzo o cena, puede acompañar nuestro desayuno o merienda o simplemente ser un tentempié de media mañana. Se puede consumir solo, azucarado, acompañado de crema chantilly o leche condensada, como ingrediente de un batido o parte de un postre. Su color rojo vivo da un toque especial como adorno alimenticio. Lo bueno de este alimento es que además de apetitoso es muy nutritivo. Como la mayor parte de su composición es agua, es un excelente aliado de la hidratación. Por cada 100g de frutilla, absorbemos unas escasas 30 a 40Kcal por sus igualmente escasas cantidades de carbohidratos, proteínas y grasa. Su principal valor es su alto contenido en vitamina C, mucho más alto que algunos cítricos. También están provistas de vitamina A, vitamina E, ácido fólico y menores cantidades de otras vitaminas como las B1, B2, B3 y B6. Entre sus minerales, aportan fundamentalmente potasio y magnesio, aunque también hierro, fósforo, yodo y calcio. Tiene un aporte moderado de fibra, lo cual contribuye a un tránsito intestinal saludable. Nos nutre bien a la par que nos deleita, ¿qué más podemos pedir?

domingo, 8 de enero de 2012

Sin TACC

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¿Qué tienen en común las actrices Zooey Deschanel y Jennifer Esposito, la cantante Emmy Rossum y el tenista Novac Djokovic? Todos ellos sufren de una enfermedad autonimune (lo que básicamente significa que el cuerpo se ataca a sí mismo) en la que el cuerpo no tolera la presencia de gluten (específicamente la gliadina del gluten) en el intestino: la celiaquía. La gliadina del gluten está presente en el Trigo, la Avena, el Centeno y la Cebada (de ahí la expresión “sin TACC” de los alimentos libres de gluten). Cuando la persona celíaca es expuesta a la gliadina, el cuerpo reacciona contra su propio intestino e interfiere con la absorción de los nutrientes. Es un trastorno que aparece en personas genéticamente predispuestas, de todas las edades a partir de la infancia. Los síntomas incluyen diarrea crónica, retraso del crecimiento y/o del desarrollo infantil, fatiga, erupciones en la piel, pérdida de peso, cambios en el carácter, vómitos y vientre hinchado, aunque estos síntomas pueden estar ausentes. El único tratamiento eficaz es el cambio a una dieta libre de gluten de por vida. Los alimentos que con seguridad contienen gluten y que no deben ser consumidos bajo ninguna circunstancia por personas celiacas son el pan, las harinas de trigo, centeno, cebada y avena y cualquier producto elaborado con cualquiera de esas harinas, las pastas italianas, pastas de sopa, galletas, bizcochos, magdalenas y pastelería en general, sémola de trigo y, en general, cualquier alimento preparado o manufacturado si el comerciante no específica que no contiene gluten. Al ir de compras, se debe de buscar en los envases de los alimentos la frase “sin TACC” y/o el símbolo que aparece luego del título de este artículo. Ahora bien, el hecho de no poder consumir algunos alimentos no significa que no se pueda disfrutar de la alimentación en general. De hecho, existen harinas aptas para celíacos como las de maíz, las de arroz y la fécula de maíz que, combinadas, forman una harina con la que se puede cocinar delicias. Es cuestión de experimentar con recetas hasta encontrar las que gusten al paladar de uno. La mayoría de los celíacos agradece que se haya descubierto la razón de sus pesares y acepta bien su nueva alimentación ya que le permite tener una vida plena, sin las molestias y los sufrimientos sin explicación que padecían antes del diagnóstico. Sin embargo, siempre es bueno hablar acerca de este cambio en la vida de uno con amigos de confianza o con un psicólogo que nos ayude a lidiar con ello.