Una mentira es una declaración
realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa en todo o en parte,
esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma
parcial o total. Se ha incluso clasificado a las mentiras. De acuerdo al autor
que uno lea, existe una variedad enorme de mentiras: mentiras piadosas o “blancas”,
mentiras que dañan, mentiras que salvan, mentiras que imputan malos motivos a
otros, mentiras, mentiras… Lo que tienen en común es que faltan a la verdad. Y
la verdad es que toda mentira, sea como sea que se la clasifique, tarde o
temprano causa algún daño. Existen muy pocas ocasiones en las que una mentira
salva una vida o algo similar. La realidad es que la mayoría de las mentiras se
dicen para salvar las apariencias o evitarse desagradables consecuencias de los
propios actos de uno. No solo daña la conciencia de quien dice la mentira, volviéndola
cada vez más insensible, sino que rompe la confianza que se tenía en dicha
persona. Se ha comparado la confianza con una vasija de porcelana. Una vez que
se rompe, por más trabajo que se meta en arreglarla, nunca vuelve a ser igual
que antes. Así de importante es cuidar la confianza que se deposita en
nosotros. Dicho sencillamente, si queremos que se confíe en nosotros,
necesariamente debemos hacer honor a dicha confianza y no mentir ni engañar… ni
de palabras ni de actos.
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